Ruinas del futuro

          Algunas veces la vida te proporciona cambios inesperados. Cambios que ni tú mismo podías imaginarte. Cambios que te hacen ser completamente diferente. Y quieres llorar y reír a la vez, y te dan miedo y curiosidad, y no sabes qué hacer con tu vida a partir de ese momento.
          Yo he sufrido un cambio de esos. Vivo en el año 2322. Me llamo Claudia y soy una guardiana del tiempo. Lo descubrí hace 3 años, el día en qué llegué a la mayoría de edad. Mi tía me lo contó, me dijo que ella era una de ellos y que sabía que yo también debía formar parte de su mundo. Me mostró una marca en la piel, una cruz invertida en el dorso de la muñeca. Era la señal. Era la muestra de que yo pertenecía a su grupo.
          Hace un año terminé mi ritual de iniciación. Me convertí definitivamente en una de ellos. Mi piel se volvió blanca como la de un vampiro, mis ojos se transformaron y adquirieron un tono dorado, mi voz se aterciopeló y mis vestiduras cambiaron para siempre. Ya no puedo vivir en el mundo de los humanos. Mi casa es el inframundo, aquello que humanamente se equiparaba con la muerte. Mi función, asegurar la supervivencia de las personas del futuro que vienen a cambiar el pasado humano para evitar la destrucción del mundo.
          Nosotros, los infraguardianes, fuimos creados por un humano el año 2453. Para aquél entonces, el mundo estará destrozado. No habrá bosques, la atmosfera será puro humo y la sociedad vivirá las consecuencias de una guerra química que habrá durado diez años. Pero aún quedarán restos de las buenas emociones que antaño habían guiado la raza humana y será una persona, Charles Tosh Frank, quién nos creará para salvar a su propia especie. Habrá descubierto los límites entre el tiempo y el no tiempo, y, junto con otros humanos, decidirá cambiar el mundo. Nos enviará a nosotros, razas de infraguardianes creadas en el presente, el pasado y el futuro, para controlar el espacio-tiempo, y serán ellos los que se moverán en él.
          Nuestra función, pues, seguirá hasta el día en que el futuro cambie lo suficiente como para evitar la destrucción del mundo. Ese día, yo desapareceré. Lo sé, y sólo pienso en qué mi cuerpo se desvanecerá y en qué podré vagar por las tierras del mundo en espera de que alguien, en un futuro diferente, pueda volver a crearme. Mientras, mi vida transcurre entre el inframundo y las ruinas humanas, los lugares usados para traspasar el tiempo. Me fascinan.
          Las miro y las descubro mientras paso desapercibida bajo la luz del ojo humano. Son la representación de su pasado llevado al presente. Y veo cómo cambian y se transforman. He contemplado la Torre Eiffel en su máximo esplendor y luego el resultado de su destrucción por un humano del futuro que intentaba evitar que se convierta en el símbolo de la Tercera Guerra Mundial de los años 2068-275. He visto la desaparición del Big Ben, que debido a su caída en el año 2120 por problemas en la construcción, se convertirá en un motivo de conflicto constante entre Inglaterra y Francia; he visto los casinos de Las Vegas que cambiaban y desaparecían; he visto el Coliseo ser aumentado para dar cobijo a los miles de refugiados turcos perseguidos el año 2072 por la guerra… he visto tantos y tantos cambios.
          Pero me siguen atrayendo… a pesar de los cambios, a pesar de las diferencias, a pesar de todo ello, son mi vida, mi mundo y mi trabajo. Y las admiro una y otra vez. Y me fijo en sus características y en aquello que las hace únicas. En Pompeya, cuna del arte romano, que aún conserva las esencias del antiguo imperio; en Chichén Itzá, ahora conservada igual que en sus inicios, que me permiten descubrir la cultura azteca que la creó; en la muralla china, destruida por un lado, reforzada por el otro, símbolo de la fuerza china que la dominaba…
         Y yo, en medio de todo ello, mientras humanos van y vienen, cambian y mantienen, crean y destruyen. Y con ello, veo la evolución del mundo, las distintas personas que pasan por él. Hay más árboles, más vida, mejor color. Y veo mis cambios. Mi fascinación, mi crecimiento intelectual y, también, mi miedo. Miedo del conocimiento humano que tanta destrucción ha provocado. Miedo de no controlar qué es lo que va a pasar. Miedo de irme a dormir y no saber si voy a despertar mañana.